Tuk Tuk y la isla paradisíaca
Vine a Asia con la idea de poder escribir pero al estar viajando tanto escasamente contaba con tiempo para hacerlo. Quería encontrar un lugar en donde pudiera establecerme durante algunas semanas y ahí fue donde apareció Tuk Tuk, la isla paradisíaca.
Partí desde Sungaipenut, el mismo día que estuve enfermo y recibí “las bananas por parte de la anciana”, yendo hacia Bukitinggi, donde pase un día, para luego ir hacia Parapat, lugar en donde podía tomar un barco a Tuk tuk, un pueblito en una isla en el centro de Sumatra. Me habían dicho que iban a ser unas 12 horas de viaje para recorrer 500 km debido a que las carreteras estaban en mal estado. Como no era de extrañar en Indonesia, el viaje se prolongó, pero a 28 horas. Fue como una guerra extenuante que al llegar no sabía si era real o no. Parecía que hubiera recorrido toda la isla de Sumatra, pero lo gracioso fue que el viaje se hizo medianamente en línea recta por los pueblos en los que pase. Seis de esas horas estuvimos varados debajo del sol en medio de la ruta en una montaña porque un colectivo que estaba delante volcó y cayó por el acantilado. Afortunadamente nadie murió y después de eso me sentí agradecido por el simple hecho de haber llegado sano y salvo a destino.
Finalmente lleguamos a Parapat, que era mi destino, en donde debería haber estado a las 5 am y terminé llegando a las 9pm, hora a la cual salía el último barco a Tuk Tuk al que lógicamente no pude abordar. Suena irónico, porque jamás conté con la posibilidad de perder esos barcos. Me alojé en donde pude para pasar la noche y a la mañana siguiente tomar el primer barco al pueblo. Era miércoles 26 de agosto, después de tanto ajetreo esperaba que Tuk Tuk valiera la pena porque era mi último destino antes de partir a Singapur. Subí al barco en la parte trasera, era pequeño y muy lindo. Partió apenas lo abordé como si me hubieran estado esperando. Contaba con que iba ver más gente pero estaba completamente solo, o eso pensé hasta que vi a otro turista descender de la parte superior del barco diciéndome “Hola” sin mirarme. Era el primer turista que veía en Sumatra. Se adentró en el barco y a los pocos minutos salió y se sentó a mi lado para hablarme. Era bizco, sus ojos apuntaban a direcciones opuestas. Sin ánimos de ofender era muy extraño hablar con él, jamás sabía hacia donde miraba exactamente, era como conversar con un camaleón. Su nombre era Costa, un ruso algo extravagante que hacía ya 8 meses que vivía en Tuk Tuk. Me contó que vino a relajarse, meditar y desconectarse de la ciudad caótica en la que vivía, Moscú. Luego me dijo que siempre estaba al tanto de las noticias de su país. Mientras nos íbamos acercando a la isla me iba contando sobre cómo era el pueblito. Este pequeño lugar contaba con unos 500 habitantes y podía ser recorrido en 45 minutos caminando. Me dijo que hacia unas décadas solía ser un punto muy popular entre los turistas pero que hoy en día no era así, por lo que la gran cantidad de hoteles que había se volvieron muy baratos. Costa me dejó el nombre del hotel en el que se hospedaba, y me dijo que podía ir a visitarlo para que me mostrara Tuk Tuk. El barco me dejó cerca del hotel al que yo iba, el cual tenía una vista increíble y era un lindo lugar, y realmente era barato.
Me atendió Alex, el hijo de la dueña del hotel. Alex no era su nombre real sino el nombre que usa para los turistas, alguien que se mostraba simpático pero con quien desde un principio mantuve cierta distancia, a cada pregunta que yo le hacía sobre Tuk Tuk él ya intentaba venderme algo. Mientras él preparaba mi cuarto que estaba ubicado en un primer piso con un balcón frente a la laguna, unos hombres que nadaban en ella se acercaron, eran amigos de Alex. Me dijeron que los acompañara para conocerlos así que baje para unirme con ellos. Nos quedamos hablando un rato y luego le pregunté a Alex si conocía algún restaurant cerca. Me dijo que él contaba con un restaurant en donde yo podría comer (a eso me refería con que a cualquier pregunta que hiciera me quería vender algo).Ok, acepté, ¿Dónde queda? Le pregunté. ¿Ahora?, Me respondió, insinuando a si no podía esperarlo porque estaba con sus amigos. Eran pasadas la 1pm, pero sin importar el horario tenía hambre. Sí, tengo hambre, si no podes voy a otro lado, le respondí. Me acompaño y me llevó al restaurant. Cuando pedí mi plato no paró de ofrecerme cosas, no porque me viera que las necesitara sino porque nuevamente quería venderme más, algo que me molestó. Terminé de comer y fui a pagarle. Le dije que sólo iba a pagarle una noche del hotel y el almuerzo. Me preguntó cuánto tiempo me iba a quedar en Tuk Tuk y le respondí que no sabía. Me preguntó por qué no pagaba más noches y le dije que quería conocer la isla primero. Le pago, y me dice que no tenía cambio, moviendo sus ojitos lo cual me daba aún más la pauta de que me estaba mintiendo. Otra actitud que me molestó, lo veía más como una forma para retenerme que otra cosa, y además, como una manera media tonta a mi parecer. Era evidente que su desesperación provenía del hecho que yo era el único huésped en ese momento, aunque su manera de actuar ayudaba a que los eventuales se fueran. Salí a caminar para conocer Tuk Tuk. Alex en un tono un tanto preocupado me preguntó a dónde iba, le dije que simplemente a conocer el pueblo, pero a decir verdad, e influenciado por el ruso Costa, quien me había dicho que era fácil conseguir precios más bajos si pagaba por semana y la actitud que me había desagradado de Alex, fui a averiguar por más hoteles en la zona. Si pensaba quedarme algunas semanas quería saber qué lugar me convenía más. Me alejé un poco para que mi real intención no fuera tan obvia y comencé a averiguar, estaba llenó de “guest house” (casas que albergan personas) por todas partes. Los precios no bajaban de lo que pagaba y sin ser muy buenos. Llegué a otro lugar muy bonito y también frente a la laguna pero no tenían Wifi. Le dije a la mujer que sin Wifi no me resultaba conveniente. La señora me pregunto en dónde me hospedaba y le dije el nombre del hotel. “Oh, solían pasarnos Wifi antes, pero ya no más. A ellos sólo les interesa tu dinero”, me respondió. Mi cara lo dijo todo, le daba la razón, aunque imaginaba que su comentario provenía por no recibir más Wifi. Continué el camino y me volvió a dar hambre, se habían hecho las 3pm. Entre a un restaurant, el cual había un viejito tomando una cerveza. El anciano afirmó que tenían la mejor pizza del pueblo. Pedí una, la cual era más cara que lo que pagaba una noche de hotel. Estaba buena, el viejo no había mentido. Luego continué caminando y vi a unos chicos jugando al fútbol, me uní a ellos durante un rato. Hacía tiempo que no tocaba una pelota, y lo extrañaba. A medida que jugaba, de a poco recobraba mis habilidades futbolísticas y junto a eso más niños se unían alrededor. Pasaron unos 20 o 30 minutos y luego continué el camino preguntando por más hoteles, pero por el precio y calidad, por lejos me encontraba en uno de los mejores lugares. Visite a Costa, quien pagaba lo mismo que yo, y sin embargo, estaba en un pequeño cuarto unas dos o tres veces menor que el mío, sin baño privado y ningún tipo de vista más que una diminuta ventana que daba a un muro. Yo no entendía cómo este tipo después de estar ocho meses en el lugar no conocía el hotel en el que yo me estaba hospedando. Salimos a caminar y me mostró los lugares en donde me convenía comer y comprar. También me dijo que en la isla se tomaba un vino muy barato llamado Tuak que provenía de un árbol. Abrió su mochila y sacó una botella del vino blanco casi vacía. ¿Te compraste uno? Hoy es miércoles, le comenté. Me compro una todos los días, me dijo mientras reía. Este tipo es alcohólico pensé. ¿Te ayuda a meditar, no? Le dije en broma. Él se rió, como desquiciado, y continuamos caminando. Me dijo que me iba a llevar al bar al cual iba todo el mundo que salía en ese pueblo. Me dijo que estaba cerca aunque todo en Tuk Tuk estaba cerca, sin embargo, caminábamos casi media hora y no llegábamos. Fue cuando me dijo: Creo que nos pasamos, el tema es que siempre voy borracho y ahora no me acuerdo cómo llegar. Yo me reí, lo más gracioso es que después fui solo y eventualmente quedaba muy cerca del hotel en el que se hospedaba Costa. Nos separamos. Cuando llegué nuevamente al hotel me recosté en una de las sillas en el balcón de mi cuarto. Me quedé mirando el atardecer en el que tanto el cielo como la laguna estaban teñidos de un rosado que nunca antes había visto. Este lugar es increíble, pensé. Me quiero quedar acá.
Así fue como me pasé dos semanas hasta la fecha, allí estuve escribiendo unas 8 o 10 horas al día para terminar un segundo libro. En un principio solía hacerlo desde mi cama o el balcón de mi habitación y paraba para comer. Después comencé a instalarme en restaurantes en donde me pasaba unas 5 o 6 horas escribiendo mientras me mimaban alimentándome. Tenía determinados los restaurantes a los que me gustaba ir, en los que ya me conocían. Se impresionaban bastante por mi manera de comer. Había uno de los restaurantes en el que les pagaba un plus para que me agrandaran todas las porciones. Cuando me veían acercarme con mi computadora en mano sus rostros demostraban gran alegría al verme, no sólo por lo que yo consumía, sino también por la complacencia de que a alguien le gustara su comida. Creo que nunca vieron a alguien comer tanto.
Pero mi rutina no sólo incluía escribir y visitar restaurantes, por la tardé también solía hacer una pausa y jugar al fútbol con chicos de 10 a 14 años. Después de pasar tanto tiempo sentado me hacía muy bien correr, y traspirar un poco. Creía que sería fácil vencer a los niños pero ellos jugaban todos los días y tenían bastante práctica. Incluso dos o tres de ellos jugaban mejor que yo. Había un pequeñito al que yo superaba en el doble de su tamaño y jugaba increíblemente bien, en Argentina realmente vi a pocas personas moverse tan hábilmente como él. Yo lo apodé Messi. Cuando jugaba con ellos tenía el problema de que me costaba mucho reconocer a los de mi equipo, porque para mí, sus caras lucen todas similares y si no vestían alguna prenda por la que pudiera distinguirlos mejor, no era sino hasta casi el final del partido que podía dar fe de quienes integraban mi equipo. Jugábamos en un baldío cerca de una construcción y un bar, mucho de los habitantes del pueblo me miraban extrañados, parecía que se preguntaban ¿Cómo ese rubio turista juega con niñitos?. En un principio intenté jugar descalzo, como ellos, pero no pasaron 15 minutos que tenía ambos pies sangrando y con las uñas partidas, me volví a calzar. A veces me gustaba gozarlos, a pesar de que jugaban bien mi tamaño me daba una gran ventaja sobre ellos, incluso a los más altos les sacaba una cabeza en altura. Me tiraban palabras sueltas para que yo los pudiera entender, por ejemplo para llamarme me decían “Hello”, sino también decían: “good” “out” “hand”. Al finalizar los partidos, después de más o menos una hora y media, volvía caminando todo transpirado al hotel y me iba a nadar en la laguna en la que temperatura del agua era muy agradable, y así después, ya no tenía que bañarme. Después de eso seguía escribiendo.
También caminaba mucho por todo el pueblo, era muy normal que me cruzara con animales sueltos como: vacas (o algo parecido a una vaca) a las que se les montaban y posaban pájaros encima, gallinas y gansos por todos lados. También había muchos perros que aunque se me podían acercar ladrando con una actitud feroz terminaban panza arriba y moviendo la cola, buscando que les hiciera mimos. Como en toda Indonesia la gente me saludaba en todas partes, aunque la diferencia es que en este pueblo nadie me pedía tomarse fotografías conmigo. Sospecho que era porque no tenían cámaras fotográficas. Muchas eran las personas que me paraban y diciéndome que me conocían o que me habían visto, ya sea en uno de los restaurantes, o jugando al fútbol con los niñitos, o andando en moto o simplemente caminando. Hubo algunas de ellas que me pararon diciéndome que habían jugado al fútbol conmigo pero no los reconocí. Los que me resultaban más divertidos cuando me saludaban eran los niños. Uno una vez me gritó en tono intimidatorio “Hey” para que lo mirara y cuando giré mi vista hacia él, me sonrió y agitaba su manito diciendo “Hi”. Otra loca a veces me saludaba y luego me sacaba la lengua. Una niñita me tiró un beso tan apasionadamente que me hizo sonrojar y otras dos me cantaban una canción mientras me miraban tímidamente y sonriéndome.
Un día alquilé una moto y recorrí toda la isla, recorrido para el cual y según lo que me habían dicho algunas personas del lugar, me tomaría unas 8 o 9 horas. En realidad no sabía cómo manejarla aunque imaginaba que iba a ser fácil. No se lo quería admitir a quien me alquilaba la moto por lo que le pregunté cómo conducirla antes de salir, utilizando la excusa de que las motocicletas de Argentina eran distintas. Me explicó y entendí todo muy bien, pensé en alejarme un poco para que no me viera y allí poner en práctica lo que había dicho, pero al intentar alejarme, doblé mal y me metí en una zanja. El hombre se me acercó a las carcajadas y me advirtió que si la rompía me iba a tener que hacer cargo. Le dije que no se preocupara y me fui. Arranqué con algo de miedo, no pasaba los 20 km por hora hasta los primeros 15 minutos. Luego empecé a 40 km por hora. Después de la hora ya me sentía lo suficientemente confiado para conducirla más rápido. Recorrí paisajes muy lindos y al ser una islita casi no había tránsito por lo que resultó ser un muy buen lugar para aprender a conducir motos. La gente me saludaba en el camino, incluso dos o tres niños se cruzaron en medio de la ruta, yo no entendía cuáles eran sus intenciones, parecía como si me quisieran tocar. El problema fue que el sol, como olvidé ponerme pantalones largos, me hizo sufrir las consecuencias de mi error. No voy a decir que llegué haciendo willy pero estacioné perfectamente la moto entre otras dos y el hombre había quedado bastante sorprendido después de lo que había sido mi salida. Extrañamente me tomó 5 horas exactamente… no voy a decir a qué velocidad llegué.
Penosamente continúo siendo el único huésped en el hotel en el que me hospedo, algo nada positivo porque le entrega toda la atención sobre mi persona, a Alex quien siempre que me veía salir, corría hacía mí para preguntarme a dónde iba, algo que lo sumaba a mi lista de las cosas que me molestaban de él. No tenía problema en decirle la verdad. A comer, le respondía (lo que significaba en otro restaurant distinto del suyo). Algo que podía observar que lo recibía como un puñal en el corazón y casi hacía lagrimar sus ojos (casi). Pero lo cierto era que lo hacía todos los días como un masoquista. ¿A dónde vas? ¿Te vi que comías allá? ¿En dónde estuviste? ¿Qué vas a hacer? Tipo pesado, si hay algo que me molesta es que me controlen. Sin embargo, cuando salía a caminar por las calles de Tuk Tuk era muy frecuente que personas a las que no conocía me preguntaran: ¿A dónde vas? Algo que con el pasar de los días hizo que me preguntara a mí mismo si no era quizás algo cultural, quizás como simple curiosidad. Fue así que un sábado a la noche después de no poder acabar una botella del vino tuak, la cual me dejó bastante borracho y me hizo confirmar la idea de que Costa era alcohólico, fui al bar que Costa me había mencionado. Al salir del hotel me lo encontré a Alex.
Alex: ¿A dónde vas?
Yo: A un bar de por acá.
Alex: Te llevo en mi moto y tomamos unas cervezas
Yo: Pero estás con tus amigos, puedo ir caminando, y nos encontramos en el lugar después.
Alex: No, no te preocupes por mis amigos, si no voy con vos, no tengo pensado salir.
Yo: Ok, ¡vamos! Así fue, nos subimos a la moto y arrancamos con rumbo hacia el bar. Me dije:Ok, vamos a darle una posibilidad a Alex, quizás realmente es copado y lo estoy prejuzgando. Llegamos al bar.
Alex: Ok, allá podés comprar cervezas.
Yo: Ok
Alex: ¿No querés comprar?
Yo: No. Ahora no, quizás después.
Alex: (con una sonrisa picaresca): Pero yo quiero una cerveza. Cómprame una.
Yo: Riéndome (y pensando: ¡Qué hijo de puta!): Si querés una cerveza podés ir y comprártela vos.
Alex: Ah está todo bien, no tenés la obligación… Pero ¿No me vas a comprar una?Yo (impresionado por sus métodos de persuasión): No
Alex: Oohh mmmm, ok ahora vengo. Y se fue en dirección hacia donde había dejado la moto, lado opuesto a donde estaba la barra. Jamás regresó. Al día siguiente golpeó en la puerta de mi cuarto y vino a hablarme sólo para simpatizar. A mí realmente no me importaba y tampoco me sorprendía, podría suponer que otros turistas lo hacían pero no es ése mi estilo.
Pese a la gestión de Alex, me alegra mucho estar viviendo en es esta isla. Debe resultar exagerado para muchos, pero me sentía cansado de tanto viajar, de alguna forma había disfrutado más mi vivencia en Australia en donde había tenido que trabajar que posteriormente en Nueva Zelanda o Indonesia. El hecho de cambiar de lugar, hacer la mochila, buscar un transporte, viajar, buscar un lugar en donde alojarme… me generaba un desgaste. Sin duda lo disfruté, y no trato de dar lástima quejándome de la dura vida que he llevado, porque no ha sido así. Simplemente es que se llega un punto en que, según mi opinión, empieza a perder sentido ver tantos lugares tan rápidamente. Disfruto más el vivir en un lugar que me gusta que el estar recorriendo paisajes para sólo verlos y luego irme. Tuk Tuk sin duda fue lo mejor de Indonesia para mí, y no sé si por los paisajes en si, sino porque me dio amplia libertad de hacer lo que quiero.