Hasta la vista baby
Decidí que ya era el momento apropiado para moverse de indonesia, bueno… o quizás me vi motivado porque mi visa terminaba a los dos meses y estaba cerca de cumplirse la fecha de expiración de la misma. Partí de Tuk Tuk a Medan para tomar un ferry a la isla Batan desde donde podría tomar otro barco a Singapur. Cuando llegué a Medan, después de 5 horas de viaje para hacer 150 km, me dijeron que el barco prestaba servicios una vez a la semana, razón por la cual debería quedarme esperando cuatros días en una ciudad que no me motivaba para quedarme en ella, algo que viví realmente como un problema.
Me encontraba en medio del puerto con el lugar de embarque cerrado (antes de tiempo) en un ambiente inhóspito y acompañado de un tipo que había conocido en el colectivo quien por un valor fijado se ofreció a trasladarme hasta el puerto. Me dijo que él conocía un hotel en el que podría alojarme, el cual estaba muy cerca y acepté con algo de escepticismo. El lugar era horrible, perfectamente podía hacerse una película de terror ahí, no sólo por el mal estado en que se encontraba el edificio sino también por las características de las personas que lo albergaban.
Le pagué y me dispuse a buscar por mi cuenta otro lugar que estuviera en mejores condiciones, el tipo pretendió que le pagara más de lo que habíamos convenido pero le dije que no, los tipos dentro del hotel comenzaron a acercarse al lado del que me exigía que le pagara más pero sin meterse, en una actitud como si trataran de dar apoyo a la exigencia de aquél. Sentía que era un “deja vu”. Me mantuve en el lugar hasta ver que la conversación no iba hacia ningún lado, así que me fui. Di unos pasos y el hombre me llamó para hacerme “fuck you” lo miré sin importancia, era un idiota, y continué mi camino.
El ambiente era pobre, estaba a lado del puerto así que no había mucho que esperar. Me quería quedar cerca para para poder averiguar al día siguiente si tenía alguna otra opción con los ferry pero no había hoteles cerca. Me sentía sapo de otro pozo, una sensación de incomodidad sumada a cierta inseguridad a pesar de no sentirme realmente en peligro. Entré un local para averiguar si me podían recomendar algún lugar decente en donde alojarme y un hombre terminó llevándome a un hotel muy caro que estaba en los alrededores. Al menos ahí me sentía a salvo. El hotel incluía un restaurante 24hs por lo que me quedé en guardia hasta la mañana siguiente hasta que pudiera contar con información como determinar qué hacer.
Tenía algo de rabia por la situación, no quería quedarme en esa ciudad aunque sabía que quizás podría haberlo evitado si hubiese recabado un poco más de información sobre la frecuencia y horarios de transporte marítimo. Ya no quedaba otra que aceptar mi error, había buscado precios para tomarme un vuelo pero resultaba demasiado caro y prefería quedarme esperando en la ciudad. Se hicieron las 8am y el cansancio me aplastaba. Podría pagarme directamente el hotel e irme a dormir para averiguar luego si tenía alguna posibilidad con los barcos, una idea que a cada minuto ganaba más peso por tener poco optimismo de encontrar otra alternativa (todas las personas con quienes hablaba me decían que sólo los martes partían los barcos y no había más opciones).
Me decidí por ir a averiguarlo en ese mismo momento, así también me lo sacaba de encima esa preocupación. Le pagué a otro hombre del hotel para que me llevara y trajera de la boletería así compraba mi pasaje. Incluso dejé mi mochila más pesada en la recepción del hotel para después irme a dormir directamente. El hombre me llevó a un lugar muy cerca del hotel en donde me aseguró que allí también podría comprar el pasaje.
El local lo atendía una mujer con rasgos chinos. Efectivamente no contaba con otras opciones para los barcos, debía esperar sí o sí hasta el martes. Fue cuando estuve a punto de pagarle cuando ella me preguntó porque no iba en avión hasta la isla Batam. Le respondí que era muy caro para mi presupuesto. Ella me comentó un valor que sonaba irreal: Yo le respondí: Si vos me conseguís un pasaje aéreo a ese preció yo te lo pago. Claro, me dijo la señora muy tranquilamente.
Le pregunté para qué día podía ofrecerme y me dijo que para ese mismo día a las 3pm (aún contaba con 6 horas). Me gustaba esa propuesta, pero ahora era todo tan bueno que me hacía dudar de la confianza que me merecía la señora, si no me daba todos los papeles y detalles no le iba a pagar. Ella me dio absolutamente todo, incluso el dato de la línea de colectivos que debía tomar para llegar hasta el aeropuerto.
Me recomendó que saliera de inmediato, yo me sorprendí, le confesé que mi plan era salir en dos horas calculando dos horas de viaje y teniendo otras dos para hacer el check in. La señora volvió a insistir advirtiéndome sobre el estado del tránsito a esa hora. Era cierto, estaba en Indonesia en donde los tiempos que insumían los traslados eran exponencialmente mayores a los que podrían considerarse normales. Me preocupaba el hecho de que no había desayunado, pero que más daba, podía hacerlo en el aeropuerto. Fui con el hombre de la moto hasta el hotel para tomar mi mochila y me dejó en la combi que me llevaría a otro colectivo para eventualmente llegar al aeropuerto. Mis ojos ya comenzaban a cerrarse en contra de mi voluntad, me quedaba dormido en el asiento de adelante agarrado de todas mis cosas. Me dormía y despertaba cada pocos segundos con mis dientes algo apretados por miedo a ser robado.
A pesar de que no pasé mucho tiempo en Medan, recorrí la ciudad de punta a punta tomándome unas 3 horas en llegar al aeropuerto. Había llegado temprano pero había sido sensato. Me seguía pareciendo raro que era la primera vez que compraba un boleto de avión de manera tan espontánea y al mismo tiempo extraña. El viaje duró una hora y media, en el cual dormí durante todo el trayecto, esa reparadora siesta fue la que me hizo sentir como hubiera llegado instantáneamente.
Debía dirigirme al puerto de la isla para finalmente llegar a Singapur. Fui determinado a ir por los colectivos, pero era tarde ya no había ningún servicio disponible. La única opción era contratar uno de los taxis. ¡Maldita sea!, pensé. El viaje sería de casi una hora, me iba a costar carísimo yendo solo por lo que intenté de hablar con la gente para compartir uno de esos taxis, algo que no estaba resultando bien. No sólo porque no me podía comunicar con nadie por no hablar el mismo idioma sino porque también a los taxistas que estaban en la parada no le gustaba lo que estaba tratando de hacer. Más de una vez se llevaron a los pasajeros para que yo no les hablase.
Terminé conociendo a un hombre que estaba en un grupo y hablaba inglés, el hombre me dijo que debía ir al mismo destino y podía llevarme hasta un hotel cerca del puerto. Le agradecí y le pregunté por cuanto dinero. Me dijo que no me preocupara, que no tenía que pagar. Una lágrima brotó de mi ojo. Me había hecho la idea de que Batam era una pequeña y pobre isla cerca de Singapur pero resulta que era un lugar económicamente muy importante y con gran movimiento turístico. Nuevamente los precios me excedieron, precios que superaban incluso los de Sydney y preferí instalarme en un McDonald’s y quedarme escribiendo esta nota.
Es raro pero me quedó una sensación extraña acerca de Indonesia ya que a pesar de que me gustó conocer los lugares que recorrí, creo que me estaba sintiendo más entusiasmado por dejarla que por haber llegado. Pero así era, estaba listo para irme, y dedicarle mis últimas palabras a este país, siendo: ¡Hasta la vista Baby!