El Inmigrante ilegal
Era 20 de septiembre, 7:30am cuando fui detenido intentando cruzar migraciones para partir hacia Singapur. Me llevaron a un cuarto y la agente que me retuvo comenzó a decirme que mi visa estaba 27 días vencida. Le dije que eso no podía ser porque la había extendido el primer día que había llegado a Indonesia. Ella comenzó a decirme que el sello que tenía sólo era válido por un mes. Yo respondí que con el pasaporte alemán tenía un mes de visa gratuito, y que además había pagado para disponer de un mes más de permanencia en ese país. Alguien debió haberme puesto mal el sello, traté de explicar, porque no era lógico que yo pagara un mes de estadía cuando por derecho lo tenía gratis. A lo que dicha agente me dijo que no podría salir del país y debería pasar por la oficina de migraciones al día siguiente para que me dijeran qué era lo que debería hacer ya que ese día, se mantenía cerrado por ser domingo y feriado. Le pregunté si no había otra opción y me respondió que podía pagar un valor de 21 dólares por cada uno de los días que me había excedido, lo que representaba la módica suma de unos 600 dólares. Era indignante ¿Cómo yo me iba a tener que hacer responsable porque un boludo me puso mal un sello? Traté de entrar en razón con la agente pero lo único que decía ella era mi pasaporte no tenía el sello correcto. Ahora entendía cuando escuchaba de que los burócratas eran muy cerrados. No tuve más opción y me alojé en un hotel cercano para tratar solucionar el problema al día siguiente a primera hora. Dormí profundamente ya que no lo había hecho desde hacía dos días y tomé un baño que tampoco tomaba desde hacía unos diez. Me dispuse a buscar opciones a mi problema, quería irme y no me importaba nada más, de última pagaría la multa y me largaría de allí de una buena vez. Empecé a convencerme de que quizás simplemente me harían pagar una visa nueva y luego me dejarían ir, ya que estaba convencido de que no había sido mi culpa.
Al día siguiente, había puesto mi alarma para estar en migraciones a las 9am, hora en que comenzaba la atención al público. Me desperté 9:30am, el cansancio acumulado no me dejó levantar. No desayuné, no tenía mucho apetito, me subí a un taxi y fui al lugar. Mientras me dirigía a mi destino me sentía nervioso como un sentenciado esperando su veredicto. Para hacerlo más trágico el día era lluvioso y en mi cabeza imaginaba la situación en presencia de un juez indonesio con un martillo justiciero con el que daría una sentencia azarosa. No tenía idea de lo que me dirían pero creía estar con la justa razón y estaba dispuesto a llamar al consulado si consideraba arbitraria la multa que me impusieran. Por otro lado me tranquilizaba que lo peor que podría pasar sería tener que pagar la multa de 600 dólares, lo cual me molestaba, pero al fin y al cabo no era lo peor del mundo.
Llegué al edificio de migraciones en donde me dejó el taxista y al entrar me indicaron a qué piso debía dirigirme. Entre idas y vueltas, por alguna razón nadie sabía con quién debía hablar para resolver mi situación. Durante la primera hora estuve moviéndome de un lado a otro, subiendo y bajando. Lo único que me habían dicho era que tenía que pagar ya que no era correcto que hubieran extendido mi visa el primer día de mi estadía en ese país, pero mi pregunta era ¿Por qué si podría haber ingresado sin pagar, me hicieron pagar tan sólo para seguir disponiendo de tan sólo un mes de estadía? No tenía el menor de los sentidos. Finalmente en una de las oficinas llamaron a otro departamento y me facilitaron el aparato celular para que hablara yo directamente. Desde el otro extremo de la comunicación me preguntaron qué problema tenía y les dije que me habían retenido porque sostenían que mi visa parecía estar expirada, preguntaron cuantos días y respondí que 28. De repente su voz cambió. ¿28 días? Dijeron, ¿Cuánta plata tenés? Sabía que esa pregunta significaba soborno. Yo sólo tengo 200 dólares, respondí haciéndome el tonto e inocente. Ok, me dijeron, te pasamos a buscar. Y rápidamente así lo hicieron. Dos mujeres con las cabezas tapadas (por ser musulmanas) me condujeron hasta un shopping dejándome con otro hombre. Éste me llevó por varias puertas preguntándome cuánta plata tenía y diciéndome que me iban a sellar el pasaporte pero no podía volver al país porque mi deuda iba a seguir estando. Por mi estaba bien. Me dejó en una oficina en donde había un agente de migraciones coqueteando con una chica mientras sujetaba el pasaporte de ella en su mano junto a su sello. Sonara absurdo pero ese tipo se mostraba como un ser todo poderoso con su sellito en mano. El hombre que me dejó ahí me dijo que después de ella me sellaban a mí y se retiró. El tipo con el sello seguía coqueteando y tocando a la chica mientras ella reía. Yo sólo quería que sellara mi pasaporte e irme. Entre medio entraban y salían montones de otros hombres de diferentes nacionalidades para que sus pasaportes fueran sellados. Luego entró otro tipo, parecía más como un jefe de policía, pero era como si llevara un cartel que dijera corrupto porque tenía toda la pinta. Me generaba asco. Comenzó a interrogarme al igual que lo hicieron anteriormente todos los demás hasta que llegó a preguntarme cuánto dinero llevaba. Se notaba que intentaba asustarme diciéndome que podía ir a prisión y pretendiendo que pagara más de 200 dólares. Yo me mantenía tranquilo, en última instancia tenía todo el dinero de la multa. Luego ese sujeto se fue. El hombre que exhibía el sello en su mano me pidió mi pasaporte y lo metió en su cajón, y luego se retiró con la chica. Era un banana. Me quedé solo en la oficina preguntándome qué pasaría si tomaba mi pasaporte y comenzaba a correr, si sería capaz de esquivar las balas de fuego de los oficiales y fugarme… Mejor me quedaba sentado. Al cabo de un rato vino otro agente de migraciones preguntándome quien era y que hacia ahí, pero a diferencia de los otros sin preguntarme cuánto dinero llevaba. Empecé a explicarle mi situación y en respuesta me exigió que le pagara toda la multa. Puta madre, dije, ¿Dónde están los otros?
La situación no mejoraba, le preguntaba al nuevo agente de migraciones si había otras alternativas, esperando que me preguntara cuánto dinero tenía pero jamás lo hizo. Pregunté si podía pagar en cuotas, si podía pagar con depósito bancario, si podía pagarlo fuera del país indonesio. No, no, no, respondía el agente, si no pagás todo, ahora, y en moneda local no te podés ir de acá. Con algo de miedo, ya que no quería hacer ninguna pregunta que me metiera en líos, pregunté: ¿Pero si no pago me puedo quedar a vivir en Indonesia de por vida? Eeeehh, no sé, respondió en agente. Al rato llegó el anterior agente que se había llevado a la chica. Su cara fue de sorpresa cuando vio a su compañero en su sillón. No le dijo nada, hizo un par de cosas y se retiró. Luego vino el hombre que me había traído a la oficina en un primer momento, el mismo que me había dicho que no iba a poder volver a entrar a Indonesia una vez fuera. ¡Al fin, pensé, alguien que avive a este tipo que no me quiere sellar mi pasaporte de manera ilegal por favor! Ambos se pusieron a hablar en indonesio. Yo estaba esperando a que el hombre recién llegado a la oficina sopapeara a este desacatado agente honesto pero en vez de eso, el mismo hombre que me trajo a la oficina me pidió que lo acompañara, llevándome a la salida y diciendo que debía ir a otro edificio. ¿Pero qué hago allá? Pregunté. Él respondió: Allá te van cobrar la deuda. ¡¡¡LA PUTA MADRE!!!
Ya estaba cansado, perdido y con hambre. Al menos eran la 1pm y no había resuelto nada. Caminé al lugar que me dijo el hombre sin saber realmente qué era. Fueron un par de cuadras, el lugar estaba cerca. Entré y me guiaron a un hombre detrás de un escritorio. Me pidió mi pasaporte y me preguntó cuál era mi problema. Le conté, ya era como la sexta vez que lo hacía en ese mismo día. ¿28 días? Me respondió, tenés que pagar como 600 dólares, me dijo. Nuevamente me dispuse a explicarle que yo había pagado una extensión y que me debieron haber puesto mal el sello, mientras le mostraba el comprobante de pago. El agente lo miro y me respondió: si vos querías extenderlo dos meses tenías que pagar el primer mes también, como hiciste, para luego volver a pagar un segundo mes. ¡Upa!, pensé, entonces fue mi culpa. ¡Que boludo!
Ok, al menos ya entendía cuál era el problema después de tantas horas de dar vueltas. ¿Qué posibilidades hay? Pregunté ahora sumisamente. Tenés que pagar en efectivo y ahora. Tuviste suerte de que viniste antes de los 60 días sino hubieras quedado detenido inmediatamente y deportado a Alemania, me respondió. En ningún momento mencioné que era argentino, no lo tenía muy claro pero creía que en realidad debían deportarme a mi país de origen (o sea Argentina) sin importar con qué pasaporte haya entrado, pero para ser sincero si era deportado prefería al menos viajar a Europa. Desafortunadamente en mi pasaporte alemán menciona que nací en Buenos Aires por lo que no tenía tanto sentido mi silencio. Yo continué preguntando: ¿No hay forma de que pague menos? ¿Algún descuento? ¿Pagar en cuotas? ¿Pagar fuera del país (o sea fugarme pero sutilmente)?. No, respondió el agente en un tono serio, tenés que pagar ahora. Me entregó un libro en donde efectivamente decía que debía pagar todo en efectivo y en moneda local. Ok, dije, pago en efectivo pero no tengo cambió, debo ir a una casa de cambio. El hombre tenía una postura seria y rígida. Ok, me respondió, andá y volvés acá. Ok, ¿Te puedo pedir mi pasaporte? Pregunté. No, el pasaporte lo mantengo yo y te lo devuelvo cuando salgas del país, respondió con desconfianza. Me era evidente que el agente comenzaba a tratarme como un inmigrante ilegal… Buen algo que efectivamente era, pero como si fuera a intentar escapar… Buen algo que también había intentado. Le pregunté qué hacía si me pasaba algo en la calle o si un oficial me pedía el pasaporte. ¿Al menos me puede acompañar otro agente? Le pregunte. Él dudó… y llamó a otro agente, quien se colocó a su lado del escritorio. Comenzó a darle instrucciones en indonesio en frente de mí y señalándome de manera un tanto agresiva y firme mientras ambos me miraban fijamente. Yo respondía sus miradas de manera muy relajada, desde mi forma de verlo había una exagerada manera de actuar de parte del agente (que parecía ser el jefe) para asustarme, pero era algo que me tenía sin cuidado porque no ocultaba nada, simplemente quería pagar e irme. Estaba muy seguro que él temía con la posibilidad de que escapará de la frontera como lo estuve a punto de hacer, pero ya no era una opción. El hombre le entregó mi pasaporte al nuevo agente y me dijo que lo siguiera. Cuidado con lo que intentes, podes terminar detenido, me advirtió de manera un tanto amenazante. Yo me levanté de la silla y mirándolo mientras levemente se me escapaba una sonrisa y mostrando las palmas de mi mano, le dije: Yo sólo quiero pagar e irme, nada más. Pude notar en su rostro fruncido cierta relajación. Tipo exagerado, pensaba, mientras me reía por dentro. Seguí al agente que llevaba mi pasaporte y cruzamos una puerta. Al pasarla, estaba lleno de inmigrantes asiáticos detenidos, esperando sentados en un cuarto cerrado. FUCK!!!, pensé, creo que hablaba en serio este tipo.
Me subí al auto con el agente. Él comenzó a hacerme preguntas:
Agente: ¿Qué estudias?
Yo: No estudió.
Agente: ¿A qué te dedicas?
Yo: Escribo sobre mi viaje.
Agente: ¿Por qué te quedaste tantos días sin visa en Indonesia?
Yo: Pensé que la tenía extendida.
Agente: ¿Sabés que es tu obligación conocer las normas del país al que viajes?
Yo: Si sé que es mi culpa… Pero en mi historia sobre este día voy a decir que fui una pobre víctima de las autoridades indonesias.
Ambos comenzamos a reír.
En breves minutos llegamos a un lugar, era el mismo shopping donde había estado antes para que me sellaran el pasaporte. Yo no dije nada. Antes no me había dado cuenta pero de ahí salían los ferrys a Singapur. Bajamos del auto y me devolvió mi pasaporte. Me llevó a un negocio de cambio de efectivo y me dijo que me apurara porque tenía que volver a la oficina. Cambié mis dólares australianos que me quedaban sin problema. Cuando quise cambiar mis dólares americanos no me los aceptaron, diciéndome que eran billetes muy viejos. Resulta gracioso porque fui alguien que ahorró toda su vida y eran billetes de cuando era pequeño, tenían una edición de los noventa y ochentas. Intentamos en otro lugar pero ocurrió lo mismo. Subimos nuevamente al auto y partimos a un banco pero tampoco los aceptaron. El agente estaba algo impaciente, por alguna razón se tenía que volver a la oficina, sin embargo, me dijo que conocía otro lugar que estaba lleno de casas de cambio pero que se encontraba a una media hora de viaje pero preguntándome si podía pagar la nafta del auto. Era un poco raro que me pidiera eso pero de todas formas el hombre se mostraba muy bien predispuesto a ayudarme y no tenía otras opciones, así que acepté. Pasamos por una estación de servicio, pagué y continuamos el viaje.
Comencé a hablar bastante con el agente. Su nombre era Alham. Alguien que me causaba mucha gracia ya que se reía de todos mis chistes, algo que sin duda, lo hacia una persona con muy buen sentido del humor. En un momento me dijo que era la primera vez que veía en su departamento de migraciones a un alemán. Le respondí que si quería podía tomarme una foto y ponerla en la oficina como un cuadro de honor. Ambos volvimos a reír. Era extraño pero la situación más que verse como un agente de migraciones demorando a un inmigrante ilegal era como dos sujetos con el mismo cometido, sacarme del país. Pues sin duda, en pocos indonesios había encontrado esa ayuda sincera sin buscar nada a cambio. Los dos continuamos hablando. Le pregunté si era legal que su jefe se quedará con mi pasaporte como pretendía. Me respondió que en este caso sí ya que yo estaba en infracción. Le pregunté si pude haber terminado en la cárcel. Me dijo que sí. Mierda, pensé, menos mal que tengo la plata… Mierda, aún no tengo la plata. ¿Qué pasa si no podemos cambiar mis dólares? Le pregunté. No te preocupes, algo vamos a hacer, me respondió. Gracias, respondí ya con mayor serenidad.
Llegamos a las casas de cambio y afortunadamente me cambiaron dos de los billetes que tenía pero aun sin ser suficiente. El día parecía interminable. Alham comenzó a llamar a un amigo que tenía contactos. Nos quedamos a la espera de su respuesta. Luego de un rato nos avisó que él nos conseguía cambio para mis billetes. ¡Al fin! Al parecer habíamos llegado al final. Nos fuimos para la otra punta de la ciudad y cuando llegamos tampoco nos podía cambiar. Yo ya me sentía algo preocupado aunque me tranquilizaba la actitud de Alham. Me preguntó cuánto dinero tenía hasta el momento. Le respondí que 500 dólares (a moneda local). Faltaba cambiar 100 dólares más para llegar. Ok, me dijo, voy a llamar a mi jefe para que te reduzcan la fianza a 500 dólares. En serio podes hacer eso, le pregunté. Sí pero tengo que llamar a mi jefe y él tiene que llamar a otras personas para que eso suceda, no es fácil, respondió. Apoyé mi mano por detrás de su hombro, agradeciéndole y diciendo: Vos vas a ser el héroe de esta historia. Él rió. Si no estaba con este tipo creo que rápidamente hubiera terminado en ese cuarto con todos los otros inmigrantes ilegales esperando a ser trasladado.
Conseguí mi descuento y fuimos al mismo cuarto donde estaba el agente con los sellos. Al entrar a la oficina se encontraba aquel que me había exigido que le pague todo. Pagué mi deuda, me despedí de Alham agradeciéndole y tomé mi barco a Singapur de las 5:40pm. Estaba muy cansado y aún más hambriento, y sin contar, que acababa de pagar una multa bastante alta de la cual pude haber evitado fácilmente si hubiese sido precavido, sin embargo, me sentía sumamente contento. Lo único que quería era irme y lo había conseguido al fin. Lo cierto era que todo pudo haber sido peor. Llegué a Singapur y casi besaba el suelo. Al llegar a migraciones sellaron fácil y rápidamente mi pasaporte para que entrara, y cuando así lo hicieron, lo primero que pregunte fue cuanto tiempo me permite mi visa.