A los balineses solo le importa tu dinero

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A los balineses solo le importa como ganar tu dinero

Balines people is Shit! They just care about your money (Los balineses son una mierda, sólo les importa tu dinero)”. Me decía un Nueva Zelandés llamado Spencer, un hombre mayor, que trabajaba conmigo en Australia. Cuando decidí empezar mi viaje en Bali, hubo mucha gente que me decía que era genial, y mucha otra que era una mierda. Por lo que quería tener mi propia opinión.

Después de dos días en Kuta (léase mi primer día en Asia) me quería mover, empezando en un templo ubicado en Uluwatu que queda en el sur, para luego ir a Ubud al norte. Mi problema es que no tenía idea de cómo hacerlo y nunca vi un centro de información en el cual pudiera consultar. Decidí preguntar en la recepción antes de irme para ver mis opciones. Supuse que allí podrían darme más alternativas que la de tomarme un taxi. “There´s not buses but you can take a taxi (No hay colectivos pero podés tomarte un taxi)”, me dijo. “No, Fuck los taxis”, pensaba, empiezan toda negociación a cincuenta dólares. El joven sale de la recepción fuera del hotel y llama a un hombre. Trate de decirle no, pero fue en vano. Era un taxista.

El taxista se acercó y me pregunta que quería hacer. Le dije que ir al templo y después quizás a Ubub. “All day (todo el día)”, me dice, fifty dolars (cincuenta dólares). All day???, le respondo. Son 20 kilómetros hasta el templo y después serán unos 40 hasta Ubud. How much? (¿Cuánto?) – Me responde. “I will not pay more that ten dolars (No voy a pagar más de diez dólares)” – Respondo con calma pero sin ánimo a negociar.

Empezó a reír, y yo en respuesta. Fui directo, le dije que no me servía un taxi, le pregunto si conocía un bus. “Bus? I dont have bus (Colectivo? yo no tengo colectivo)” – Me responde. “Ok, quizás no entendió, vuelvo a preguntarle”. “No, I dont have bus” vuelve a decir. Ok, ya no tenía duda de que estaba evitando mi pregunta. Volví a preguntar, pero esta vez siendo aún más preciso, diciéndole: “Ya se que no tenés un colectivo, mi pregunta es si sabes dónde puedo tomar uno” (Y por dentro pensaba: No te hagas el pelotudo chino). “No bus to there!! (No colectivos hasta allá)”, afirmó. Luego se suman dos hombres más con él y empiezan a hablar en balinés. Les comenta que le ofrecí diez dólares y empiezan a reír (solo entendí cuando dijo diez dólares). No les di importancia.

El de la recepción comenzó a hablar con ellos en su idioma y al cabo de un rato me dijo que había un bus local que podía llevarme. Me señalo en qué dirección tenía que caminar, y me anotó el nombre del colectivo en un papel para que preguntara. Tome mis mochilas y partí al lugar.

Empecé a caminar por la calle y admito que realmente me sentía muy perdido. No manejo su idioma y la gente me genera desconfianza ya que te mienten si tienen que venderte algo para perderte aún más y hacer que los necesites. Tampoco hay centros de información o carteles de señalización apropiados. Además, no conozco las reglas, y no se cuales son mis riesgos de andar solo y eso me hace sentir más vulnerable. Me es muy fácil percibir el contraste entre lo que era Australia y Nueva Zelanda, donde encontraba mucha información y la gente estaba predispuesta a ayudarte. Aún debo aprender mucho de Asia.

Luego de preguntarle a cuatro personas encontré la parada que era un asientito de madera sin ningún tipo de indicación. Había dos señoras sentadas, una bastante mayor, quienes se pusieron a hablar cordialmente conmigo. Se notaba que les resultaba extraño ver a un turista tomando un colectivo local. Una de ellas me dijo que el siguiente bus era el mío. Vinieron dos hombres en moto y las mujeres se suben con ellos. La balinesa me presentó a su marido que era uno de los motociclistas. El hombre empieza a hacerme preguntas, pensé que me quería ayudar como su mujer, y cuando le digo a donde iba, me dice que el bus me dejaba lejos del templo. Le respondo que no importaba, que podía caminar. Hasta ese entonces ni me imaginaba que me lo decía para llevarme hasta que me lo pregunto. ¿Cuánto? le dije. Fifty dolars, responde. Anda a la Concha de tu madre, pensé, estos tipos se creen que te llevan en helicóptero. No, voy a esperar! le respondí. Entiendo que lo hacen por negociar, pero no me interesa meterme en su juego. Por lo que se fue y al rato se me sienta otro balinés, algo mayor, que rengueaba por tener una pierna lastimada. Empieza a hablarme. Nuevamente, parecía sorprendido que estuviera en la espera de un bus local. Le pregunté si el colectivo me podía dejar en el templo y me dijo que si, y que él iba para el mismo lado por lo que me iba a decir donde bajar. Sus intenciones parecían honestas, al menos no intentaba venderme nada, por lo que lo seguí, muchas opciones no tenía. Llego el micro y nos lo tomamos. El micro que yo esperaba destartalado y andando a pedal, terminó siendo uno bastante bueno, con aire acondicionado y música incluida. Me habían dicho que en Bali no habían muchas lineas de transporte local para movilizarse, y con razón, al parecer hicieron toda la inversión en unos pocos colectivos como esté.

A decir verdad estaba confiando en un tipo que recién conocía y no sentía mucho poder de decisión, por lo que eso hacia la situación un poco más peligrosa. Durante el camino observaba las motos suicidas que se cruzaban en la ruta del colectivo, y este, tocándoles bocina para que se movieran, como cuando uno sacude la mano para alejar a las moscas. En otros tramos veía como la policía paraba motociclistas, en su mayoría turistas. Mucha gente me recomendó alquilar una moto, pero eso significa volver al punto de partida (o sea, donde alquile la moto), cosa que yo vuelvo. Nos bajamos del micro en un lugar en donde no tenía idea donde estaba. El hombre que tenía una pierna lastimada, avanzaba muy lentamente. Debíamos cruzar la ruta para tomar del otro lado unas combis viejas, las cuales se podían ver desde nuestra posición. El viejo no mentía. Pensé que iba a ser imposible cruzar por el tránsito que había, a pesar de tener las líneas blancas peatonales, a nadie le importaba. A nuestro lado también había una mujer mayor que estaba intentando lo mismo que nosotros. Los tres estábamos a la espera de que todos los vehículos pasen, pero esa espera parecía interminable. El hombre levantó una mano como un pedido de solidaridad para frenar a los autos y éstos comenzaron a hacerlo. Sentía que estaba presenciando un milagro como cuando Moisés separó las aguas del Mar Rojo (Incluso juró por Dios que el cielo se abrió e ilumino el camino… o quizás solo eran las líneas blancas). Cruzamos a salvo y las bestias motorizadas arrasaron el camino apenas dimos nuestra última pisada sobre el pavimento.

Se suponía que el hombre iba para la otra punta que yo, por lo que tomaba otro de los automóviles, pero creo que me vio tan perdido que me dijo que me iba a acompañar. Le dije que no era necesario pero insistió. Así que acepté. El hombre luego me contó que era guía turístico y por eso podía hablar algo de inglés. Me sorprendió mucho porque en ningún momento intento venderse. Era como ver la otra cara de la moneda de los balineses. Tomamos el bus y llegamos al lugar, quise pagarle su boleto pero se negó. Terminé llegando al lugar por 50 centavos de dólar. Me generó mucha satisfacción el poder llegar a mi modo. Sentí poder ver el camino en el cual, podría eludir a todas esas personas que intentan sacar provecho del turista. Pero estaba equivocado…

Ese día terminé conociendo un grupo de ingleses que me recomendaron conocer las playas de Uluwatu y me llevaron en un taxi hacia ese lugar. El problema es que ahí no tenía ningún tipo de transporte local, exceptuando a los motociclistas y a los taxis. Me negué hacer eso. Sé que es ir contra la corriente pero si no aprendo a buscarle la vuelta, no voy a durar un año en Asia. Me levanté temprano al día siguiente y empecé a hacer dedo, ya tenía la experiencia de hacerlo en Nueva Zelanda. No sabía si iba a funcionar. Había leído que era seguro y fácil, y lo fue. Después de tres vehículos llegué a Denpasar, y de ahí me tome el colectivo local como el día anterior, que iba hacia Butubulan para luego, tomar una de las combis que iba a Ubud. Nuevamente viajé con los locales, donde me tope con la salida de niños de colegio, que les resultaba sumamente extraño ver a un tipo rubio ahí sentado. Todo iba muy bien, incluso había conocido una pareja que tenían el mismo destino que yo, por lo que no parecía que iba a tener problemas. Llegué a Butubulan, y claramente se podía ver un cartel para ir a Ubud. Al bajar, pensaba ir hasta ese punto, cuando un hombre que parecía trabajar ahí me pregunta hasta donde iba. Le respondí a Ubud y me guió hasta donde era, que eventualmente era donde estaba señalizado por el cartel. Me resultó rara, la ayuda de este tipo, se notaba que algo tenía entre manos. Me dijo que podía subir al micro y esperar ahí, y así lo hice. Me ubiqué en el asiento al lado de la puerta, y me quedé esperando a que arrancara. Gran error.

En el tiempo que llevó acá, si no veo un papel con los precios me voy. Incluso los mini mercados tienen todos los productos sin los precios, de los cuales me retiro así como entre. En los restaurantes siempre pido el menú antes de sentarme. Si no se pregunta el precio antes de consumir o comprar algo, te la van a poner.

El hombre comenzó a hablar en un inglés muy malo que poco entendía. Me dijo que me podían dejar en mi hotel, aunque le dije que no tenía ninguno aún. A penas le podía entender palabras sueltas y en un momento lo único que entendí fue: “Cheaper”, “hotel”, “15 dólares”. Ok, pensé, 15 dólares no está tan mal para pasar la noche en un hotel (los precios en Kuta eran de 40 dólares la noche). “Yes, but you have to pay now!” (Si eso se lo comprendí claramente). Now?, respondí. Nuevamente no me la esperaba. El día anterior había tomado el mismo tipo de vehículo y lo pague 25 centavos de dólar, con la diferencia que viajaba con uno de los locales. Me empecé a calentar, estos tipos están en todas partes. Era como una infección zombi. Quiero el ticket, le dije. No ticket respondió. Y le hice señas como: “No ticket, no money”. El tipo al ver que no le iba a pagar se fue. Comencé a preguntarme si ese tipo trabaja en el lugar o era un cualquiera. Luego lo vi en frente del vehículo hablando con otros dos. Tenía una mezcla de rabia, con algo de miedo e impotencia. Estaba encerrado en un lugar que no conocía.

Si no era en ese vehículo, no sabía cómo llegar a mi destino. Tampoco sabía que peligrosos eran estos tipos, pero al mismo tiempo me encabronaba que fueran así. Vino la pareja que conocí en el bus anterior y entraron a la combi. Al menos tenía a alguien que ya conocía.

Comenzó a acercarse otro hombre. Uno de los dos que hablaba con el anterior, más corpulento aunque no más alto, con un gorro de lana que daba cierto aspecto de tipo rudo. Lo mire al acercarse, pero siguió de largo. Vi que paso una o dos veces por delante de la puerta del vehículo hasta que se me puso a hablar, algo que esperaba. Se comunicaba mejor que el anterior, y se mostraba cordial tratándome de explicar una historia con poca coherencia para mí. Yo lo miraba fijo y serio, atento a lo de decía. Sabía de sus intenciones. Entre vuelta y vuelta lo que más o menos me dijo fue que la pareja iba a otro lado y pagaban un precio, yo que iba más lejos iba a tener que pagar otro precio. Pero el hombre no contaba que había hablado con ellos y se lo dije, ellos van al mismo destino que yo. La cara del tipo cambio a sorpresa, quizás pensó que iba a ser más fácil persuadirme. El hombre se retiró, sin decir nada, continuando la reunión secreta con los otros dos. Yo me imaginaba la situación entre ellos como: “Che me cagó, y ahora que le decimos… ”.

Volvió a acercarse luego de un rato. Ok ellos van a Ubud, pero vos vas más alejado de Ubud (en el centro). Por eso tenés que pagar 10 dólares. Ok le respondí, me bajo donde bajen ellos entonces. Nuevamente su cara se perdió, ¿Y ahora que me decía? No, no, replicó, pero no tiene porque ser así. Si nos vamos ahora, es ese el precio, pero si querés podemos quedarnos acá y esperar a que se llene el micro (yo no sé por qué razón creyó que yo podía estar apurado). Puedo esperar, no tengo problema! respondí. Yo creo que no era la respuesta que esperaba. En ese caso serían… titubeó mientras me miraba a la cara, viendo cuanto podría llegar a aceptar… 5 dólares. Ok! Respondí, 5 dólares está bien. Después de dos horas y media viajando lo único que quería era llegar, y 5 dólares no representaba mucho dinero. Pero si me hacía sentir muy enojado lo bajo que caían estos tipos, aprovechándose de una situación.

La mayoría es gente pobre, muchos depende del turismo y de las que ventas que hagan para vivir, y de ahí viene esa desesperación cada vez que ven un turista, aunque eso no justifica que se deban aprovechar. Estas situaciones son constantes, y si no fuera que me gustó Ubud, me hubiera ido directamente Java. Conocí balineses que pueden hablarte sin querer venderte nada, pero fueron los menos. Lo cierto es que muchos de ellos (sobre todo de los que trabajan en turismo) les importa sólo tu dinero. Van a intentar sacarte lo que puedan porque si sos blanco (y si sos rubio, aún peor) inmediatamente creen que tenés mucho dinero. No por eso pienso que sean malas personas (o shit people), en realidad, una vez que les pagas se vuelven bastante simpáticos y honestos porque ya tienen lo que quieren (al menos que piensen que pueden sacarte más). Desdé mi punto de vista los veo corrompidos, me hacen acordar a la película “El Señor de los Anillos” como Gollum con el “precioso”. Pienso que es una isla donde el turismo hizo daño, y esas son las consecuencias. Bali, en mi opinión, es lo que era Cuba para Estados Unidos en los años 50´. No me arrepiento de haber venido a Bali porque ahora puedo escribir mi propia opinión. Bali no es genial, ni tampoco es mierda. Bali, así como cualquier otro país, es la experiencia de cada uno, y esta es la mía.

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